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Luchas de Poder

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LUCHAS DE PODER

En la especie humana el hombre y la mujer forman una unidad, pero son diferentes y complementarios. Cuando se juntan y crean una pareja, forman un todo y asumen, por separado, diferentes aspectos o funciones. El hombre aporta sus características masculinas y la mujer las femeninas. Cuando esto ocurre así, se genera un equilibrio que permite que la pareja funcione de forma armónica.

Pero cuando el hombre entra en el terreno que la mujer considera propiamente suyo o la mujer hace lo mismo en el del hombre, se produce una situación incómoda que, si no es gestionada adecuadamente, activa la lucha por el poder, por la hegemonía o por la defensa de lo propio.

Muchos de los factores desencadenantes de las luchas de poder surgen del inconsciente en su aspecto más visceral, pero otros parten de los mensajes aprendidos en el entorno familiar o en el modelo de sociedad en la que se vive.

Si, por ejemplo, los dos miembros de la pareja realizan trabajos remunerados y ella gana más que él, éste puede sentir, desde su aspecto inconsciente, que no está cumpliendo son su labor ancestral de cubrir las necesidades de la mujer y de la familia, lo que le despierta una cierta intranquilidad emocional que se puede expresar en forma de miedos. Estos pueden provocar situaciones de enfrentamiento y, finalmente, una lucha de poder.

Otros valores más típicamente femeninos, como el aspecto personal, el estado de limpieza, de orden del hogar o las necesidades de los hijos, pueden despertar el nerviosismo de ella si el hombre entra en esos terrenos e intenta establecer sus propias normas o imponer sus costumbres.

Casi siempre, las luchas de poder arrancan del miedo a que el otro miembro de la pareja entre en un territorio considerado como propio y lo transforme de una forma que no agrade al otro. Por eso, cada miembro intenta exponer sus valores para evitar esa intromisión y así mantener la sensación de seguridad y estabilidad personal.


Luchas de poder en la pareja.

No es extraño ver cómo, poco a poco, lo que pone en marcha el conflicto puede ir cogiendo la forma de objetos simbólicos, como puede ser el mando del televisor, o puede manifestarse en forma de actitudes reprobables o ciertas formas de ser o de actuar de alguno de los miembros, que frecuentemente dificultan la identificación del verdadero origen del problema.

Una pareja que entra en situaciones de lucha de poder necesita deshacer el camino andado, analizar los auténticos orígenes de esas luchas y modificar las circunstancias que acaban en enfrentamientos, de forma que puedan ser identificados antes de que deriven en conflictos.






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